Interés General

Científicos estudian cómo el estrés afecta la reproducción y fecundabilidad femenina

Los profesionales patagónicos forman parte de un equipo internacional que planteó la hipótesis y analiza diversas pruebas que podrían confirmar que el estrés puede intervenir en profundidad en la posibilidad de gestar un embarazo.

Un equipo de científicos internacional investiga el efecto que tiene el estrés por los desafíos sociales y ecológicos en la función ovárica en mujeres sanas y sus procesos de gestación.

Varios de los profesionales que realizan este trabajo forman parte del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (IPCSH-CONICET) del CCT CONICET-CENPAT de Puerto Madryn. El estudio es dirigido por el Dr. Pablo Nepomnaschy, investigador correspondiente del IPCSH, graduado de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y Director del Laboratorio de Salud Materno Infantil de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Simon Fraser SFU (Canadá).

A su turno, la becaria doctoral por el IPCSH e ingeniera electrónica, Alexandra Trujillo Jiménez, explicó que “estos estudios se llevan a cabo desde el año 2000 en una población de mujeres (madres e hijas, basada en una población de fertilidad natural) de una comunidad maya Kaqchikel, ubicada a los alrededores del Lago Atitlán en Guatemala”.

Trujillo Jiménez es oriunda de Colombia, pero está radicada en Puerto Madryn. Estuvo 5 meses en el país centroamericano realizando trabajo de campo junto a colegas de Canadá.

Según comentó, las primeras evidencias biológicas consistentes con la hipótesis planteada fueron aportadas por el estudio Society, Environment and Reproduction o Sociedad, Ambiente y Reproducción (SER).

Con esto se pudo comprobar que la activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPAA) es uno de los mecanismos involucrados en la regulación de estrategias reproductivas adaptativas vía la supresión de ciertas funciones de eje reproductivo femenino (eje hipotálamo-hipofisario-gonadal, HPGA).

Específicamente, la activación del HPAA afecta la función ovárica reduciendo las probabilidades de concepción y mantenimiento del embarazo como consecuencia de deficiencias hormonales tanto durante las fases folicular y lútea, en este último caso a través de la alteración de los niveles de progesterona, lo que afecta la implantación del concepto e incrementa el riesgo de un aborto espontáneo.

“Mi rol en este proyecto, además de haber sido responsable de la coordinación durante la temporada de campo pasada, es evaluar los aspectos somáticos de la maduración reproductiva y el envejecimiento mediante la toma de datos de antropometría, incluyendo la generación de modelos antropométricos 3D, usando el método propuesto en mi tesis doctoral, y la evaluación de estadios de desarrollo de Tanner de madurez reproductiva”, explicó Trujillo Jiménez.

“Estas medidas y formas corporales se utilizarán para evaluar el estado energético/nutricional y el crecimiento, teniendo como hipótesis que los estadios reproductivos de la mujer (pubertad, período fértil / embarazo, menopausia) están asociados con cambios morfológicos relevantes” agrega la joven científica.

La metodología del trabajo de campo

Mientras duró su estancia en Guatemala, la ingeniera Trujillo tuvo oportunidad de realizar el estudio con 168 mujeres de la comunidad Kaqchikel (en edad reproductiva, pubertad y menopausia).

Durante 5 meses, todas las mujeres proveyeron muestras de distinto tipo que serán utilizadas en estudios de energéticos, inmunológicos y genéticos. Luego, en 2 oportunidades las participantes proveyeron sus medidas antropométricas, que fueron obtenidas con metodología 3D propuesta en la tesis doctoral de Alexandra.

Foto del CONICET.

 

“Uno de mis principales desafíos a nivel técnico y humano, fue explicarles a las participantes el estudio antropométrico 3D. Las mujeres del estudio colaboraron usando ropa muy diferente a su indumentaria tradicional, ya que para lograr un registro de la forma corporal más allá de las medidas fue necesario que usaran ropa ajustada como calzas y remeras de diferentes talles y colores neutros/oscuros. Hubo algunos escollos en la traducción, puesto que muchas de las palabras claves no tienen una traducción literal en Kaqchikel. Pero juntas logramos comunicarnos usando ayudas visuales”, detalló Alexandra.

“Me di cuenta que cuando entendían bien el procedimiento, no tenían problema en cambiarse y hacerlo, siempre y cuando les garantizara hacerlo en total privacidad, y que el pantalón cubriera sus piernas casi totalmente. El trabajo fue posible gracias a un gran sentimiento de empatía y confianza mutua”, agregó.

De diciembre de 2022 a abril de 2023, Alexandra estuvo acompañada por Amanda Rowlands, becaria doctoral de la SFU, quien también investiga esa hipótesis; y en ocasiones por su director, Pablo Nepomnaschy. Además, trabajaron con 5 mujeres locales, que llevaban a cabo la logística de recolección de las muestras, oficiaron de traductoras y participaron de las decisiones que el equipo tomó durante la temporada porque eran mujeres de la comunidad y sus opiniones fueron ampliamente valoradas. Al finalizar la temporada, el equipo agradeció a las mujeres de la comunidad su participación y realizó para ellas una charla de devolución de resultados.

“Recibimos muchas muestras de cariño de mujeres de la comunidad, algunas participantes del proyecto y otras no. Nos hicieron saber que quieren que volvamos. Me deja la satisfacción de haber hecho las cosas bien y que se hayan sentido cómodas con nuestra presencia y nuestro trato. Día a día me esforcé por respetar nuestras diferencias culturales y por transmitir el agradecimiento y cariño infinito por permitirnos estar ahí y hacer ciencia”, cierra la becaria.

Fuente: diariojornada.com

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